De bufones y mendigos
El mendigo tomo trono y corona pero fue decapitado por ignorante.
No conocía el reino, no conocía como gobernarle.
No sabia de leyes, tampoco de diplomacia.
Sólo sabía exigir, sólo sabia sufrir, sólo... sabía de si mismo.
La cabeza cae; mientras el predicador se recuesta a la entrada del palacio frunciendo el ceño,
sin entonar palabra.
¿Cuantos ignorantes han atravesado la puerta?, ¿cuantos locos?, ¿ cuantos tiranos?.
Mientras la cabeza del mendigo rueda por palacio; el bufón la toma y observa en escena shakesperiana, se cuestiona sobre el error del mendigo.
El bufón ya no ríe, el bufón ya no divierte.
El bufón no quiere imitar, el bufón quiere pintar de otro color su rostro.
El bufón no necesita quien le dicte el siguiente guión de su parodia.
El bufón no tolera ya el reto del blanco guante, el bufón ya no quiere ser verdugo.